Si
bien los lunes están más anunciados que debut de Tinelli, tienen algo de
traición. Porque no hubo deus-ex-machina, hada madrina, final feliz en forma de
premio gordo de lotería, gruesa herencia inesperada o irrenunciable propuesta
salvadora que nos rescatara de nuestro infausto destino. En cambio, ahí están
el 1° F, el 2°4ta, o el 5° J a la vuelta de la esquina, detrás de la siguiente
puerta, a mitad de la jornada o en el fin de cualquier recreo para sumirnos en
la peor de las experiencias docentes, clases en la que no entran clavos, balas ni
menos que menos conocimiento alguno, grupos de conducta tan irremediablemente
mala que harían renegar de su pasado a un torturador profesional, o el
conciliábulo de indiferentes imposibles de motivar que podrían desesperarte si
no te hubieran quitado hasta las ganas de respirar, o el supremo terror de
todos los terrores: cursos que son la combinación de estos tres elementos. La
impermeabilidad a la enseñanza, la imposibilidad de incorporar una puta
consigna de comportamiento y la insidiosa desidia. En fin, la recompensa
cotidiana del transeúnte de aulas.
Pero
cuando el veneno del desánimo esté por anularnos, conviene recurrir al
torniquete de remontarnos a las fuentes. Por algo era que elegimos esto, ya
fuera por disfunción hormonal, desquicio psicológico, falta de imaginación o
frenesí romántico, algo nos llevó no sólo a elegirlo, sino a persistir:
estudiamos, nos graduamos, concursamos y aquí estamos. No fue un error
pasajero, un lapsus de la memoria, un arrebato pasional, un toque de locura,
no, algo en algún lado nos hizo suponer que esto sería bueno, para nosotros,
para los demás, para alguien.
Vos
me dirás, en medio del fragor del incendio no me puedo poner a pensar qué me
hizo bombero. No, claro que no. Pero hasta que suene el timbre de todos los
timbres, o sea el que te deje otra vez ser vos, tenés que aferrarte a algo.
Entonces, ¿por qué no aferrarnos a esa noción elusiva, vaga, misteriosa, perdida
en la primera, undécima o enésima frustración o injusticia que padecimos?
Después de todo lo que pasamos, no nos va a matar ahora el 1° F, el 2°4ta o el
5°J.
Respiro
hondo, pongo mi mejor sonrisa y abro la puerta. Los alumnos ponen cara de
disgusto y uno de ellos me dice: ¿para qué vino?, se hubiera quedado en su
casa, ¿qué, no sabe lo que es faltar?
Y apenas es lunes…
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